Pedro se levantó 15 minutos antes de tener que salir al trabajo. Antes de levantarse de la cama, agarró su celular y revisó los grupos de wsp, respondiendo a todas las cosas que habían pasado la noche anterior. Siguió por Instagram, viendo las historias que no había visto, puso un par de likes y comentarios. Pasó a al diario La Nación. Ahí vio que el dólar seguía subiendo, los goles de Messi en Barcelona, una tragedia en India y vio también la estrategia de algún candidato. Con los pocos minutos que quedaban, agarró lo que tenía a mano para comer y salió apurado a su trabajo. Durante el viaje escuchó entrevistas en la radio a jugadores de futbol, noticias de todas partes del mundo sobre temas que no le interesan demasiado y mucha publicidad. Pedro llega al trabajo con la cabeza llena de diálogos internos sobre temas y personas que no conoce ni le interesan.
Pablo ya estaba levantado hace dos horas. Solo revisó el celular por urgencias y después lo puso en silencio para comenzar su rutina de la mañana. Durante dos horas se dedicó a conectarse con su misión personal, meditar, leer, hacer un curso y ejercicio. Desayunó bien, con lo que había planificado y salió con tiempo al trabajo. Durante el viaje eligió lo que quería escuchar. Puso un episodio de Podcast sobre marketing on-line que es un tema del que quiere aprender. Pablo llega al trabajo inspirado, enérgico y con ganas de dedicarse a cosas importantes.
Pedro entra al trabajo y ya en el pasillo se pone a hablar con el que se le cruza. Le saca charla sobre el partido de anoche, el clima y sobre lo “difícil que esta el país”. Una hora más tarde se sienta en su computadora y abre el mail. Sin orden aparente comienza a responder a todo, resolviendo pequeños asuntos sin mucha importancia, mientras consume sus horas más valiosas. Además, su celular está con todas las notificaciones activadas, con lo cual se ve interrumpido en cada momento. Cada llamada de atención lo hace entrar a Instagram o a Wsp, enganchándose con cada conversación. Cuando se decide a volver a enfocarse en su trabajo, su mente tarda mucho en volver a entrar en ritmo. Son las 11:30 y un poco frustrado, se decide a darle charla al compañero. Le saca temas triviales para “matar el tiempo”. No percibe la respuesta negativa de su compañero e insiste con seguir hablando. Finalmente usa sus últimos minutos de la mañana con una lluvia de pestañas en su explorador: Olé, La nación.com, You Tube y otras formas de distraerse.
Pablo llegó al trabajo con la certeza de lo que tenía que hacer, lo había planificado. Sabía que de 8:30 a 11hs tenía que estar enfocado en ese proyecto importante. Puso en silencio el celular boca abajo en la mesa, una música adecuada que lo ayuda a concentrarse y comenzó a profundizar en su tarea. No fue fácil porque era compleja, pero de a poco fue agarrando ritmo y ese ritmo lo hacía sentir bien. Varios pensamientos y otros temas le vinieron a la cabeza, pequeños temas que podría estar atendiendo. Pero estaba convencido de que enfocarse en eso era lo que le iba a traer grandes resultados a largo plazo. Está llegando el mediodía y Pablo ya está cerrando su bloque de trabajo duro, terminando lo que había comenzado. Agarra con total atención su celular y responde a los wsp acumulados, a conciencia y con atención en lo que está pasando. Piensa sus respuestas para que sean relevantes y agenda las cosas que tiene que atender después. Se toma unos minutos como recreo para ver Instagram.
Ya durante el almuerzo, Pedro necesita calmar la ansiedad con sabores fuertes. Se pide una hamburguesa con papas fritas y una coca.
Pablo en cambio sabe que quiere rendir a la tarde, ya que tiene reuniones y tareas importantes que atender. Así que se pide una ensalada completa con agua.
Pedro y Pablo se conocen y se sientan juntos:
Pablo – “¿Como andas Pedro tanto tiempo? ¡Qué alegría verte! ¿Como va eso?”
Pedro – “Acá andamos, en la lucha. ¿Viste cómo está el clima? Hace un calor insoportable. Que te voy a decir, con esta crisis no se puede estar bien. El dólar sigue subiendo ¿viste? Es increíble… pero bueno, por lo menos este año hay elecciones, hay un lio tremendo con ese tema. Por suerte ayer ganó Boca, así que contento. Pero bueno, acá tirando… toda la mañana corriendo, estoy como un bombero apagando incendios. ¿Y vos como andas?”
Pablo – “Espectacular la verdad. Estoy en un gran momento. Pero la verdad que no se nada de las elecciones, poco del dólar, no vi futbol y el clima creo que es propio de Enero”
Pedro – “¡Pero vivís en una burbuja!”
Pablo – “¡Exacto! Una que elijo para ser feliz, productivo y relevante para los demás”
Todos vivimos en una burbuja, solo podemos elegir que hay adentro. Creer que podemos conocer toda la “realidad”, es una idea falsa. Los medios de comunicación son formadores de opinión con intereses y las redes sociales con sus algoritmos arman “cajas de resonancia” que nos muestran solo lo que queremos ver y coincide con nuestras opiniones.
Necesitamos diseñar nuestra “burbuja” para que entren cosas que te sirvan, que te potencien, para poder ser la mejor versión posible y servir a los demás de la mejor manera. Podemos y tenemos que elegir con determinación a quien escuchar, a quien leer, con quien hablar, a quien seguir y con quien estar.
Vivir en una burbuja…
Te invito a reinterpretar esta frase y a verle el lado positivo. Vivir en una burbuja no es estar aislado, es elegir conscientemente que queres que entre por esas “paredes”. Es cuidar tus pensamientos, tus emociones y tu cuerpo.
¿Cómo diseñás tu burbuja? ¡Quiero conocer tus técnicas y seguir aprendiendo!